COMENTARIOS PREVIOS
Un día como hoy de 1922 se publicó en la revista La Esfera un artículo en defensa de Segovia que queremos recuperar con el uso de nuevas tecnologías.
El autor Ramón Gómez de la Serna y Puig (1888-1963), utiliza para ilustrar su alegato, un trozo de la imagen del fotógrafo madrileño Mariano Moreno y García (1865-1925), cuya fotografía realizaría circa 1900.
La relación de Ramón con nuestra ciudad se debe a que su padre, estando viudo desde 1906, fue Registrador de la Propiedad en Segovia a partir de abril de 1914 con domicilio en la plaza de la Merced. Estuvo viviendo con él unas ocho breves temporadas hasta 1921 y después fallece el 22 de febrero de 1922. Pero sus precisos detalles sobre el Monasterio del Parral delatan que hacía grandes paseos y conocía bien sus vistas panorámicas, o incluso la vista de la meseta castellana desde la torre de Juan II del Alcázar (el trepado balcón de Castilla). Respecto al Acueducto (...distribuidor, á través de sus arcos bajos, de toda la arriería comarcana...) detallan como conocía la zona del Azoguejo, los comentarios sobre las golondrinas, en realidad vencejos, volando por el Acueducto (Las golondrinas están muy arrepentidas de haber venido).
En el texto se comenta esos años entre 1918 y 1921 en que Segovia tiene una corriente Regeneracionista, y expone claros detalles como el famoso incendio de 1920 que provocó la falta de chapitel en la iglesia de San Miguel durante varios años (y cuando el fuego hace su nido de cigüeña negra en una torre, queda la torre mucho tiempo con el nido ennegrecido y destechado). También en esa época se está reconstruyendo la torre de San Esteban (... y retejar la ciudad. Hay que apuntalarla un poco, pues hay varios campaniles á los que les faltan diez minutos para caerse,...).
Muy probablemente su buen conocimiento sobre las viejas casas segovianas tenía su origen en la conferencia sobre Casas segovianas que dió Juan de Contreras (Marqués de Lozoya) el 27 de marzo de 1919 en el Ateneo de Madrid utilizando fotos del propio Mariano Moreno, Tirso Unturbe y otros, del cual Ramón era asiduo.
Justo en 1922 publicaría su novela El secreto del Acueducto de temática puramente segoviana, que muy probablemente redactó en el verano de 1921, y algún párrafo está trascrito literalmente tomado de la novela.
La relación de Ramón con nuestra ciudad se debe a que su padre, estando viudo desde 1906, fue Registrador de la Propiedad en Segovia a partir de abril de 1914 con domicilio en la plaza de la Merced. Estuvo viviendo con él unas ocho breves temporadas hasta 1921 y después fallece el 22 de febrero de 1922. Pero sus precisos detalles sobre el Monasterio del Parral delatan que hacía grandes paseos y conocía bien sus vistas panorámicas, o incluso la vista de la meseta castellana desde la torre de Juan II del Alcázar (el trepado balcón de Castilla). Respecto al Acueducto (...distribuidor, á través de sus arcos bajos, de toda la arriería comarcana...) detallan como conocía la zona del Azoguejo, los comentarios sobre las golondrinas, en realidad vencejos, volando por el Acueducto (Las golondrinas están muy arrepentidas de haber venido).
En el texto se comenta esos años entre 1918 y 1921 en que Segovia tiene una corriente Regeneracionista, y expone claros detalles como el famoso incendio de 1920 que provocó la falta de chapitel en la iglesia de San Miguel durante varios años (y cuando el fuego hace su nido de cigüeña negra en una torre, queda la torre mucho tiempo con el nido ennegrecido y destechado). También en esa época se está reconstruyendo la torre de San Esteban (... y retejar la ciudad. Hay que apuntalarla un poco, pues hay varios campaniles á los que les faltan diez minutos para caerse,...).
Muy probablemente su buen conocimiento sobre las viejas casas segovianas tenía su origen en la conferencia sobre Casas segovianas que dió Juan de Contreras (Marqués de Lozoya) el 27 de marzo de 1919 en el Ateneo de Madrid utilizando fotos del propio Mariano Moreno, Tirso Unturbe y otros, del cual Ramón era asiduo.
Justo en 1922 publicaría su novela El secreto del Acueducto de temática puramente segoviana, que muy probablemente redactó en el verano de 1921, y algún párrafo está trascrito literalmente tomado de la novela.
SEGOVIA LA ABANDONADA
La típica Plaza Mayor de Segovia antes de derruir todo el fondo, en el que hoy se eleva el Teatro de Juan Bravo |
No está bien que se tenga á Segovia en este abandono, porque es una noble, legítima y auténtica gran ciudad. Ella se morirá en silencio de pura hidalga y ni siquiera llama á nadie con programas de fiestas, ni con los programas jarifos y bermejazos que anuncian las corridas de toros.
Segovia, solemne y silenciosa, vive asomada á su ventanal, mirando el tiempo franco, eternal, con su gran rostro clarividente. No necesita espiar extranjeros. No es una comadreadora. Vive de si misma, sin comercio con nadie. Come sólo pan candeal. De pobre que es no enciende sus candiles á la noche.
(Su fábrica de luz eléctrica se apaga á cada instante, y no admite abonados, sino accionistas, porque sólo la puede ayudar el que la da una gran cantidad. No la sacaría de pobre el abonado. El abonado más bien la robaría lo que consumiese).
La resignación de Segovia es la que tienen los monarcas en sus palacios, aquellos monarcas que levantaban el rastrillo bien temprano y se acostaban en seguida. Al pasar frente á las puertas obscuras que respiran la paz de la noche y respiran el aire de la sombra y sus meditaciones, presiento sentados en los tramos de la escalera que da al piso único de la casa gentes conformes que viven su vida con la certeza humana y que, por mucho que lo adornen, no pueden salirse de esos límites.
Segovia es el imafronte, el pináculo, el trepado balcón de Castilla. Es pura como ella sola y está solado su solar por las lápidas ó laudas que perpetúan á los varones más caballerescos, los hidalgos más sobrios y liberales.
Segovia es la atrilera, el facistol para el gran libro de la Historia de España, abierto en la primera página de su renacimiento y en la hora de su unidad.
Segovia es la atrilera, el facistol para el gran libro de la Historia de España, abierto en la primera página de su renacimiento y en la hora de su unidad.
Su acueducto, el decano de los monumentos enterizos y enhiestos de España, señala más ese sitio central que es Segovia, y más que distribuidor, á través de sus arcos bajos, de toda la arriería comarcana, parece que es el distribuidor de diferentes vías de ferrocarril que pasasen bajo él, ordenando así la afluencia de los trenes que vienen de Europa para ver Segovia y pasar por su numeroso túnel sin fondo.
Y, sin embargo, esta ciudad señera, cuyo acueducto figura en la portada de nuestras guías de ferrocarriles, está apartada del tren, y si allí se ve que el tren enhebra el acueducto, no es verdad eso, porque la ciudad queda lejos de la estación, en una vía muerta á la que llegan por cumplimiento los trenes porque está eso estipulado en el fuero viejo de los ferrocarriles de Castilla.
¡Gran injusticia! Durante el verano, Segovia debía ser un centro populoso de veraneo, porque en Segovia es el único sitio en que reaparece en pleno verano el invierno. En San Sebastián, y quien dice en San Sebastián, dice en todo el Norte, reaparece el otoño en pleno verano, formándose de vez en cuando un día gris perla negra; pero nada más.
En Segovia aparece el día completamente invernal, erigidas de nuevo las piedras de frío del invierno. La tierra se sobrecoge y el rostro del cielo se pone serio, como sólo se pone en invierno.
Los pájaros se esconden. Las golondrinas están muy arrepentidas de haber venido.
El Monasterio del Parral se pone fosco y su piedra toma la color del invierno.
Esto, que es admirable de ver en plena canícula, sucede en una gran ciudad con empaque cortesano, donde llegan los periódicos temprano, y es modesto el coste de la casa y el sustento. No se cambia de paisaje ni de psicología al veranear allí, y se cambia, sin embargo, de temperatura.
Hay que conservar por eso de todas maneras Segovia y retejar la ciudad. Hay que apuntalarla un poco, pues hay varios campaniles á los que sólo les faltan diez minutos para caerse, y cuando el fuego hace su nido de cigüeña negra en una torre, queda la torre mucho tiempo con el nido ennenegrecido y destechado.
También hay que defender las viejas casas, pues todavía se conduele la ciudad de que tirasen aquellas casas que había en la Plaza -esas que va á perpetuar mi fotografía-, y cuyos pisos avanzaban como crecientes repechos sobre el aire de la Plaza, el más saliente el último, habiendo una ventanita á cada lado de cada balcón y viéndose las maderas antiguas de las antiguas construcciones hidalgüelas.
Hay que ir de vez en cuando á Segovia, porque en ella se ve con más lógica y con más nitidez que en Toledo el alma española, sin la brevedad que ese espectáculo tiene en Ávila y sin la tétrica, solitaria y desesperante visión del Escorial.
En Segovia el turista encontrará la pura cepa y comprenderá con seriedad y sobriedad, en toda su pobreza y en toda su altivez, lo que es el alma castellana.
Esto, que es admirable de ver en plena canícula, sucede en una gran ciudad con empaque cortesano, donde llegan los periódicos temprano, y es modesto el coste de la casa y el sustento. No se cambia de paisaje ni de psicología al veranear allí, y se cambia, sin embargo, de temperatura.
Hay que conservar por eso de todas maneras Segovia y retejar la ciudad. Hay que apuntalarla un poco, pues hay varios campaniles á los que sólo les faltan diez minutos para caerse, y cuando el fuego hace su nido de cigüeña negra en una torre, queda la torre mucho tiempo con el nido ennenegrecido y destechado.
También hay que defender las viejas casas, pues todavía se conduele la ciudad de que tirasen aquellas casas que había en la Plaza -esas que va á perpetuar mi fotografía-, y cuyos pisos avanzaban como crecientes repechos sobre el aire de la Plaza, el más saliente el último, habiendo una ventanita á cada lado de cada balcón y viéndose las maderas antiguas de las antiguas construcciones hidalgüelas.
Hay que ir de vez en cuando á Segovia, porque en ella se ve con más lógica y con más nitidez que en Toledo el alma española, sin la brevedad que ese espectáculo tiene en Ávila y sin la tétrica, solitaria y desesperante visión del Escorial.
En Segovia el turista encontrará la pura cepa y comprenderá con seriedad y sobriedad, en toda su pobreza y en toda su altivez, lo que es el alma castellana.
RAMÓN GOMEZ DE LA SERNA
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Esta entrada se la quiero dedicar a todas y todos los que sienten pasión por la Segovia que fue.
El secreto del Acueducto de Ramón Gómez de la Serna. Edición de Carolyn Richmond, segunda edición. Ediciones Cátedra. Madrid 2000.
Todo ha sido posible gracias a:
La foto Segovia-41-Plaza Mayor del Archivo Mariano Moreno con Nº de inventario 0081_C del Instituto de Patrimonio Cultural de España del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
La Esfera, Año IX, Núm 449, sábado 12 de agosto de 1922 de mi colección.El secreto del Acueducto de Ramón Gómez de la Serna. Edición de Carolyn Richmond, segunda edición. Ediciones Cátedra. Madrid 2000.
Segovia en tres tiempos. fotografías de Laurent, Moreno y Loty 1856-1936. Fundación MAPFRE Instituto de Cultura.Madrid 2006.
Las fotos antiguas de placas de cristal del Ateneo de Madrid.Arquitectura y Urbanismo en la ciudad de Segovia (1750-1950). Miguel Ángel Chaves Martín. Editado por la Cámara de la Propiedad Urbana de Segovia. Segovia 1998.
José Regueira. Panorámicas de Madrid (1919-1930). Ricardo González, Acu Estebaranz y Eduardo González Calleja. Editado por Fundación Cultural Mapfre Vida. T.F. editores. Madrid 2010.
Mi colección de postales, fotos y revistas antiguas de Segovia recopiladas en los últimos diecisiete años
Mi colección de postales, fotos y revistas antiguas de Segovia recopiladas en los últimos diecisiete años
2 comentarios:
Muchas gracias por tus fotos e informaciones. De lo más formativas, amén de curiosas. Supongo que todos los que amamos Segovia te lo debemos agradecer.
Hola Juan Roldán cuando vi este artículo de 1922 me llamó mucho la atención y consideré que se debía recuperar y compartirlo con todos los que amamos Segovia. Muy probablemente, ahora ya no es cierto lo que dice de Ávila o El Escorial (quizás gracias a la gracia de Cándido en los años 50) , aunque creo que sigue cumpliéndose lo de Toledo.
Por otra parte, pienso que Internet debe servirnos para la divulgación cultural formativa y no sólo de 'gigante patio de vecinas' que seguro pensaría Ramón Gómez de la Serna.
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